La vida en tres niveles, desde la azotea

Hace unos 20 años, allá por el 2001 o 2002, acudí con mi amigo Felipe a ver los cortos de su padre Juan Sebastián Bollaín que se proyectaban en la Escuela de Arquitectura de Sevilla. Eran los cortos conocidos como la «Pentalogía sevillana», surrealismo, enterismo sevillano, clichés, distopía, transgresión, provocación, efectos especiales… Hablamos de una futura Sevilla de 1995 creada en 1978.

Uno de esos cortos, «Sevilla en tres niveles», siempre quedó en mi gelatinosa memoria, proponía una sociedad distópica que hoy me resulta más real que utópica.

La utopía es más eficaz que el pragmatismo

André Breton

Los 3 niveles serían azotea, nivel calle y subterráneo. En las azoteas vivirían los parias y marginados, en ellas se disfrutaba de la vida sin mayor pretensiones. En el nivel cero, en la calle, vivían el grueso de la sociedad, los llamados productivos afectados de estrés. Y en el nivel del subsuelo el tiempo no existía, la vida transcurría introspectivamente. El mayor castigo de esta sociedad era el confinamiento a este subsuelo donde el tiempo no transcurría, el confinado moría de aburrimiento.

Decía que esa distopía parece haberse hecho realidad, a 18 de marzo de 2020, veo la vida a 3 niveles.

Los que estamos confinados, teletrabajando o no, buscamos una salida en las terrazas y en las azoteas, para tomar el aire, para que desfoguen los peques, para sentirnos vivos, para mirar al cielo.

A ratos miramos también hacia abajo, hacia el nivel calle donde pasan deprisa los que van a trabajar, estresados, asustados, con la mano en la boca.

Y a ratos pensamos en aquellos que están en ese lugar donde el tiempo no pasa, aquellos que desgraciadamente no volverán a sus azoteas.

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