Exposición fotográfica «Sedimentaciones» | Pablo Martí­nez Cousinou

Este próximo 10 de abril se inaugura en Sanlúcar de Barrameda  «El muro, sedimentaciones», un trabajo sobre el muro de Palestina y la segregación que este provoca.

Exposición fotográfica «Sedimentaciones» | Pablo Martí­nez Cousinou - 0 - elfinalde

Os dejo el texto que acompaña a la exposición de mi buen amigo y si cabe, mejor fotógrafo, Pablo Cousinou:

EL MURO: SEDIMENTACIONES

«que la memoria del vencedor reconozca la memoria del derrotado»
                                   Adonis 

La construcción de muros que dividen poblaciones parece pertenecer a épocas pasadas. La historia se encarga de recordarnos en forma de libros, museos y aún testigos, el horror de la segregación en el pasado, y no resultan escasos los ejemplos. ¿Por qué en una sociedad globalizada en la que el mundo tiende a interconectarse a través de las redes del ciberespacio se levanta un muro fí­sico que divide a la población?
La operación Muro de Defensa, lí­nea fortificada de separación entre Cisjordania e Israel nace a comienzos del año 2002 como resultado del «logro polí­tico» de Ariel Sharon al conseguir que la lucha contra la Intifada sea considerada dentro de los planes estadounidenses de lucha contra el terrorismo internacional surgidos a partir del 11 de septiembre de 2001.

«Los actos violentos de la segunda Intifada, fruto de la violenta represión de las manifestaciones que condenaban la visita de A. Sharon (entonces jefe de la oposición al mando del Likud, partido de derechas) a la explanada de la Mezquita de Al-Aqsa de Jerusalén a finales de septiembre de 2000, constituyen la réplica inevitable de los palestinos ante la imposibilidad de toda perspectiva polí­tica.» Jean Francois Legrain
Frente a las razones de seguridad que alega Israel para la construcción y continuación del muro, la realidad es que lo que se está consiguiendo es la delimitación de ciudades-guetos aisladas entre sí­, cuya población carece de los más mí­nimos derechos fundamentales: libertad de expresión y movimiento, autogobierno, etcy en los que el ejército israelí­ mantiene la responsabilidad de la seguridad y un derecho permanente y unilateral de intervención.
Un pueblo de pájaros sin alas, como dirá el poeta Mahmud Darwish,  cuyo territorio se ve cada vez más reducido y en el que se va perdiendo terreno a razón de un hogar palestino destruido al dí­a. La insostenible situación se mantiene y las «realidades de hecho», como eufemí­sticamente se denomina a las acciones que el Estado de Israel emprende ajeno a las recomendaciones de Las Naciones Unidas, se imponen poco a poco, afianzándose, con la finalidad de que llegue un momento en el que la situación no tenga vuelta atrás, y la coexistencia de dos estados «codo con codo» como alguna vez ha citado el Consejo de Seguridad de la ONU sea un imposible.


El proyecto fotográfico

El objeto de mi trabajo ha sido documentar el muro y las situaciones que de su existencia se derivan. Para ello he querido registrar la sedimentación del conflicto y la segregación. Esto es, se han fotografiado arquitecturas, paisajes, fachadas arruinadas, calles abandonadas, sin tránsito, construcciones detenidas, paralizadas en el tiempo.
He intentado recoger la malla de silencio que subyace a la cotidianeidad del dí­a a dí­a. Esa ausencia, presente en las imágenes nos inquieta y nos inquiere acerca de su historia.
No hay personas en las imágenes. La memoria, la desolación, el vací­o y la ausencia ocupan el espacio. Los medios de comunicación nos han desacostumbrado a la reflexión y a la ausencia. Un cierto horror vacui los caracteriza y cada imagen ha de ser más llamativa que la anterior para captar y mantener la atención del espectador. 
 Cada dí­a el horror de la guerra aparece en los noticiarios. Sin embargo, comprender el dolor desde otro ámbito nos supone una nueva forma de acercarnos a los conflictos. Las imágenes que forman la serie son imágenes ajenas al espectáculo y a la actualidad noticiosa. Imágenes que podrí­an denominarse «sin importancia aparente» citando una obra de Oscar Molina. Imágenes anodinas que nos alejan del continuo bombardeo de noticias que por abundantes, superficiales y fragmentadas nos desinforman. Imágenes que demandan una espera, un detenimiento para su lectura. Imágenes que requieren el reposo ritual del té.
Al leer los versos de Mahmud Darwish, descubrimos que el dolor va más allá de sufrimiento que las cámaras de televisión nos muestran en forma de niño ví­ctima y ante el que de alguna forma, y suena terriblemente cí­nico dicho así­, estamos, a fuerza de repetición,  inmunizados. Al leer los versos de Mahmud Darwish, descubrimos que son la civilización, la historia, la cultura y la memoria los que están siendo eliminados.
Como Marc Augé señala, la superabundancia de información en la actualidad, utilizada como arma de desinformación por la prensa y demás medios de comunicación, en este caso israelí­es, nos hace sentir la necesidad de recapacitar para darle un sentido al presente.

El vací­o
 Con el muro llega el silencio forzado, la extirpación del sonido del horizonte.
La serie fotográfica se compone de imágenes que nos hablan de la presencia del muro en lugares desabitados. Cada imagen tiene detrás su historia. Distintas formas de bloqueo fí­sico, vallas, trincheras, muros. Son imágenes tomadas en distintos lugares de  Palestina. En ellas la ausencia de habitantes nos habla del silencio y nos invita a la reflexión.
El eco del vací­o que se presenta en las imágenes nos lleva a reflexionar sobre lo que no vemos en ellas. Sinécdoque del horror. Son imágenes serenas, en las que el dolor no se aprecia directamente.
Imágenes sin  actualidad, que se corresponden con el imaginario de la ruina, la destrucción y la falta de libertad.
 En ellas se juega a plantear las preguntas que trasminen la superficie de lo que se muestra. Cómo afecta el vací­o y la destrucción que en estas imágenes se observa a la población?
¿Porqué en el caso de Israel no hay una respuesta internacional ante la desobediencia continua a las recomendaciones del Consejo de Seguridad de la ONU?
Cómicamente, el vací­o representado supondrí­a la hipotética culminación del sueño sionista. El exterminio conceptual de la población palestina cuya existencia siempre se ha negado, y cuyo Estado, a pesar de las recomendaciones del Consejo General de la ONU sigue sin ser reconocido por Israel.
Estas imágenes señalan la primordialidad del espacio como objetivo principal de la ideologí­a sionista. Ilustran el viejo dogma de «una tierra sin pueblo para un pueblo sin  tierra». Los palestinos se convierten en una «cuestión invisible» como dirí­a Edward Said.

El paisaje como escenario
El paisaje ha sido, desde las culturas primigenias a las actuales, lugar de representación y  proyección del hombre en el mundo, el lugar de la memoria de los pueblos, el lugar de su imaginación.
La Nakba,  «catástrofe» en castellano,  término con que los palestinos hacen referencia a la ocupación por parte del Estado de Israel de su territorio, representa la memoria común del pueblo palestino, su imaginario colectivo. A su vez ésta se traduce en la amargura producida por el exilio y la nostalgia por la tierra natal, que representan las constantes en la identidad nacional de este pueblo .Esta memoria habla de un paisaje ahora ausente. En Palestina el paisaje está hipotecado, se ve pero no se puede acceder a él.  La periodista israelí­ Amira Haas nos cuenta cómo muchos palestinos exiliados en campos de refugiados conservan las llaves de sus antiguos hogares en su pueblo de origen y de tanto escuchar sus nombres, los pequeños, nacidos en el campo de refugiados y sin haber salido nunca, hablan de las calles de esos pueblos como si los conocieran. La memoria, nos dice Susana Solano es el manantial de la intimidad.

Hacia dónde caminar cuando el horizonte es una infranqueable lí­nea de hormigón?
Citando nuevamente a Darwish:

Algún dí­a seré lo que yo quiero
     Un pájaro seré, y extraeré mi inexistencia
           de mi propia existencia.

Antí­gona camina, bajo amenaza de muerte, digna hacia su incierto futuro.

                                 Pablo Martí­nez Cousinou

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